El fenómeno de la moda pronta ha revolucionado a la industria de la moda. Sin embargo, es cuestionado por sus consecuencias medioambientales y las condiciones de trabajo de quienes la producen.
WASHINGTON — Mientras la moda pronta o fast fashion sigue impactando a esta industria, no se detiene la controversia en torno a las consecuencias al medio ambiente de esta tendencia y cómo y en qué condiciones se produce estas prendas de vestir de efímera duración.
“Tenemos un poco más de conciencia, pero, digamos que el factor económico mueve mucho”, dijo desde Bogotá a la Voz de América la colombiana Ana María Orbegozo.
Igual que ella, millones de personas en América Latina compran en Shein, H&M, o Zara, marcas consideradas dentro de la categoría de moda pronta por su modelo de producción y consumo.
La industria de la moda pronta, nacida en la década de 1990, es capaz de diseñar, fabricar y llevar hasta las tiendas prendas nuevas en tan solo 15 días. Esta tipología de negocio ha sido cuestionada, sobre todo, por lo que eso implica en el deterioro del medio ambiente.
Uno de los lugares más afectados por el fenómeno de la moda pronta es el desierto de Atacama, en Chile. En las afueras de la comuna de Alto Hospicio se han ido acumulando gigantescas montañas de ropa desechada que provienen, sobre todo, de Estados Unidos y Europa. Cada año llegan al lugar hasta 59.000 toneladas de ropa.
“Termina todo lo que no va a ser vendido en el desierto, porque sale infinitamente más barato deshacerse de esa manera", explica a la VOA desde Chile Carola Moya, presidenta de la Asociación de Consumo Sustentable de Chile. "Termina muy rápido en la basura, porque existen muy pocas capacidades técnicas instaladas para que se pueda volver a reinsertar o que haya durabilidad", agrega.
Gran parte de las prendas desechadas en el desierto están fabricadas con materiales que no son biodegradables y que pueden llegar a tardar centenares de años en desintegrarse.
“Son los inescrupulosos del mundo que vienen a botar su basura acá (…) Ya ni siquiera somos el patio trasero local, sino que somos el patio trasero del mundo, y es peor”, explicó a la agencia AFP Patricio Ferreira, alcalde de Alto Hospicio, quien afirmó que la municipalidad se siente “abandonada”.
Pero la moda pronta no solamente tiene efectos negativos en el medio ambiente. Expertos advierten sobre las precarias condiciones bajo las que trabajan millones de empleados del sector alrededor del mundo.
“Muchas de ellos son mujeres, mujeres jóvenes mayoritariamente invisibles para los consumidores de ropa” explica a la VOA desde Estados Unidos Emily Stochl, directora de Educación de la organización sin ánimo de lucro Remake.
Stochl, además, subraya que las empleadas “están obligadas a trabajar largas horas en fábricas que no son seguras” y se enfrentan a afecciones como el “agotamiento por calor y la deshidratación”.
Un punto de inflexión en las denuncias de los trabajadores de la industria de la moda fue en abril de 2013, cuando colapsó una fábrica textil de Bangladesh. Fallecieron más de 1.110 trabajadores de la confección y más de 2.000 resultaron heridos, de acuerdo con la organización Human Rights Watch, la cual señala que “el edificio había sido evacuado el día anterior cuando aparecieron grandes grietas en las paredes.
Numerosos trabajadores en el edificio se mostraron reacios a ingresar a las instalaciones la mañana anterior al derrumbe, pero lo hicieron después de que les dijeran que el lugar era seguro o después de presuntas amenazas por parte de los funcionarios de la empresa”.
Tras el suceso, se implementó en el país asiático el Acuerdo Internacional sobre Salud y Seguridad en la Industria Textil y de la Confección, un tratado vinculante entre marcas textiles y sindicatos globales que pretendía reforzar la seguridad laboral de los trabajadores y expandir sus derechos sindicales.
A pesar de que millones de personas continúan consumiendo moda pronta, en los últimos años se acentuó una nueva tendencia, sobre todo entre los jóvenes: la venta de ropa de segunda mano. El portal Statista señala que el valor del mercado global de ropa de segunda mano y de reventa se estimó en 177.000 millones de dólares en 2022, una cifra que se prevé que aumente en los próximos años.
“Tengo un bazar de segunda mano, todo el dinero del bazar va a una casa hogar y cuando la gente viene les explico por qué es mejor comprar segunda mano en vez de fast fashion” explicó a la VOA desde México Ana Muchow, voluntaria de la organización Remake. “Todos usamos ropa, sí, la necesitamos todos los días y ni siquiera nos detenemos a preguntar de dónde viene, quién la hizo… Creo que como es un tema tan cotidiano es importante que lo pongamos sobre la mesa, que se piense el impacto que tiene”, concluye la joven.
Para paliar los efectos de la moda pronta la periodista experta en moda y cultura Jazmín Díaz explica a la VOA desde Paraguay que se debe consumir “menos y mejor”.
“Es importante que seamos consumidores informados, y que hagamos una compra consciente”, añadió.
Sin embargo, los especialistas destacan que no toda la responsabilidad debe recaer sobre los compradores.
“Si a los trabajadores de la industria de la moda les pagaran un salario digno, el sector no podría operar a una velocidad tan alta. Tendría que reducir la velocidad y tendría que producir menos, y eso afectaría tanto a los problemas de DD.HH. como a los relacionados con el medio ambiente”, sostiene Stochl.
Cada vez más países trabajan para minimizar los impactos de la moda pronta y crear una industria más ética y sostenible. Legisladores estadounidenses estudian una propuesta de ley federal que establecería protecciones salariales para los trabajadores del sector. Mientras, algunos diputados de Unión Europea abogan para que las grandes compañías reduzcan el número colecciones de ropa y se prolongue la vida útil de las prendas.
Gracias a Voz de América
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